El Terremoto

domingo, 28 de septiembre de 2008

EL TERREMOTO.


Septiembre de 1985: se reportaron 35mil muertos en el terremoto de la Ciudad de México.
Diciembre de 2004: 200mil pérdidas humanas en el tsunami que devastó Asia.
Mayo de 2008: sobrepasan los 10mil muertos a causa del terremoto en el sur de China, con más de 1800 réplicas.

Todos hemos estado presentes en algún temblor y nos ha tocado ser testigos o partícipes del pánico generado por este. Sin embargo, son pocas las personas que han experimentado la angustia de vivir un terremoto o un gran desastre natural. Son instantes de mucha desesperación: gritos, miedo, llanto, movimiento de masas, caos, momentos en los que sientes que ya no hay salida.
Quizá hemos estado en otro tipo de catástrofes; desastres que vivimos día con día. Salir a la calle y encontrarte con los ruidos de los automóviles, largas filas en los bancos, el lento tránsito de la ciudad, demasiada presión en la escuela o trabajo, tu agenda saturada de actividades, de tal modo que el estrés producido por todo esto hace que llegues al punto de la desesperación y digas ¡Ya basta! ¡Tengo que hacer algo!
Es entonces que comenzamos a buscar soluciones por nuestra cuenta; múltiples ejercicios de relajación, superación personal, religión; incluso confiamos en tener dinero, salud y educación, y creemos que con esto podremos dar solución a nuestros desastres naturales diarios. Pero da la casualidad que sólo somos conducidos a un terremoto de mayor magnitud.
Entonces, ¿qué haremos?, ¿existirá alguna solución verdadera? Algo similar le sucedió a un rey hace cientos de años. Él se enfrentaba a múltiples incidencias como guerras, persecuciones, problemas familiares, y demás situaciones que lo perturbaban. Este personaje fue David, rey de Israel.
A pesar de todo esto, el escribió en sus Salmos que “no temería aunque la tierra fuese removida, y se traspasasen los montes al corazón del mar, aunque las aguas bramasen y se turbaran de tal forma que los montes temblasen”.*
Él estaba seguro. ¿Porqué?, ¿Cuál era la respuesta? Él mismo responde en este salmo afirmando que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.**
Entonces, la respuesta no son todas aquellas técnicas con las que hemos querido solucionar nuestros desastres, sino que está en Dios. Sin embargo, hay algo que nos ha separado de Él, esto es el pecado, por lo que tenemos que reconciliarnos.
La única forma de lograrlo es a través de Jesucristo. Juan, el que fue su discípulo, reprodujo en su evangelio las palabras de su maestro, cuando este afirmó que “Yo [Jesús] soy el camino, y la verdad y la vida; y nadie viene al Padre sino por mí.”***
Todos sufrimos desastres en nuestra vida, pero encontramos la solución a estos por medio de Dios. Ahora sólo está en nosotros tomar la decisión de acercarnos a Él a través de su hijo Jesucristo. ¿La tomarás, o seguirás siendo víctima de tus propios Tsunamis?

*Salmos 46: 2-3.
**Ibid. v. 1.
***Juan 14:6.


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